Este libro se publicó en el 2019 en su primera edición y la segunda en el 2022 por el editorial El Libro Total. La idealización de las “Cagonianzas”, nace de la imagen del personaje que le dedicó su vida y su alma a arrear ganado a pie, caballo, buey o mula hacia el Sarare. Cagón en términos llaneros fue, es y será la persona dedicada a andar detrás de las reses por caminos inaccesibles en un caminar lento y pausado, al distraerse o quedarse casi dormido pegado a la cola de los animales consiguiendo con el ello una cagada segura, y ellos despreocupados se acostumbraron a ese trajín diario, a andar cagados detrás de las reses. Los dueños de los ganados poco a poco los fueron llamando cariñosamente cagones, y así se quedaron, lo mismo que las gentes de los pueblos les decían ese apelativo de “cagón” cuando los veían aparecer arreando una punta de ganado, o cariñosamente expresaban ¡llegaron los cagones! Resumida en esa palabra, los hombres llegaron a enfrentarse con la pica (trocha) en donde viven odiseas increíbles en medio de la selva y sueños jamás vividos hasta ahora. Por muchos años los callos, las arrugas y la piel curtida fueron los únicos recuerdos gratos en el trajinar al lado de las manadas, el estar acompañados por ocasionales amigos, marcándoles un desdén de la aventura que iba y regresaba en ciclos agónicos. Casiano Antonio Macualo Suanara me relató en el parque de Tame la siguiente historia: ¡Mire cámara para que usted lo sepa!, me dijo. ––– Cuando yo era pijita jamás pensé ser cagón, pero con el tiempo comprendí que el destino era ser Cagón, creo yo –––. Me afirmó. ––– ¡Que nací para ser cagón claro cuñao!, ¡cagón nací, cagón me crie, cagón fui y estas canas huelen todavía a cagón!, ¿Cómo le parece cuñao? –––. La verdad se ha dicho fue la mejor respuesta que encontré de un cagón en su vida, y eso confirma que ellos merecieron otra suerte, y esa suerte se las estoy regalando con este relato, entre la felicidad, ilusiones, parrandos, mujeres, peligros y aventuras. Muchos hombres recorrieron El Sarare, unos abriendo las primeras trochas como Decio Tocaría, Zenón Pavuence, Antonio Rangel, Pedro Naranjo, Manuel Llanes, José Guadalupe Salcedo Unda entre otros. Los demás entre patrones, caporales y cagones plasmaron en los caminos de Tame al Arauca muchas historias que son una huellas y recuerdos imborrables no tanto por sus nombres sino por sus apodos, aventuras, sueños y añoranzas.